El péndulo del reloj de doña Jacinta
tanto como el del vecino de mi tía
pendula en el infinito constante.
Si el pendulo no pendulara
su infinito se perdería
O él se perdería en el infito.
¿Y...
si misteriosamente
el infinito feneciera
y finalizara de una vez por todas?
Mi perra
la negrita
dejaría de destrozar narices,
de peluches estrujados,
en el fondo de casa
Asi como la sombra de los árboles
sobre la escalera de aquella escuelita
perderían su gris movedizo
bicho bolita.
Los pelos nos pelarían
o simplemente
ya no nos empeludecerían más.
El olvido se olvidaría de olvidar.
Y doña Jasinta,
sin saber del finito
del infinito
saldría a caminar como todas las mañanas.
MA riN a,.
martes, 3 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario