martes, 3 de marzo de 2009

Vaivén (como la puertita)

El péndulo del reloj de doña Jacinta tanto como el del vecino de mi tía pendula en el infinito constante. Si el pendulo no pendulara su infinito se perdería O él se perdería en el infito. ¿Y... si misteriosamente el infinito feneciera y finalizara de una vez por todas? Mi perra la negrita dejaría de destrozar narices, de peluches estrujados, en el fondo de casa Asi como la sombra de los árboles sobre la escalera de aquella escuelita perderían su gris movedizo bicho bolita. Los pelos nos pelarían o simplemente ya no nos empeludecerían más. El olvido se olvidaría de olvidar. Y doña Jasinta, sin saber del finito del infinito saldría a caminar como todas las mañanas. MA riN a,.

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